Aparentemente así lo quiso dejar ver la posición psicoanalítica del psiquiatra Jacques Lacan hacia los años 1950. Sobre esa base, resulta interesante revisar la evolución institucional y científica acerca del tema de la homosexualidad durante los últimos 50 años. Aunque la homosexualidad dejó de ser considerada una enfermedad, luego de que en 1974 la American Psychiatric Association la eliminara de su lista de enfermedades mentales y luego la Organización Mundial de la Salud hiciera lo propio en 1990, aún persisten innumerables prejuicios en torno a esta orientación de las personas que sienten atracción emocional, erótica, afectiva, sexual hacia individuos de su mismo sexo. Los mitos alrededor de la homosexualidad pasan desde conceptos religiosos que la señalan como un pecado hasta planteamientos que desde la ciencia intentaron identificarla como una actividad “anormal”, “perversa”; una “perturbación sociopática de la personalidad” que podía ser “curada” mediante la psiquiatría, tal y como se le atribuye a la visión psicoanalítica de Jacques Lacan, que luego fue refutada y desmentida por el psiquiatra Robert Spitzer y duramente criticada por otros estudiosos que han logrado seguir poniendo en entredicho y confirmar que ha quedado desmontada la visión lacaniana, como es el caso de la filósofa Judith Butler, quien consideramos plantea la homosexualidad como una expresión natural de la sexualidad humana de manera clara y magistral al decir: “Si Lacan reconoce que la homosexualidad de la mujer procede de una heterosexualidad decepcionada -como se afirma que lo demuestra la observación-, ¿No sería igual de evidente para el observador que la heterosexualidad procede de una homosexualidad decepcionada?”
Durante los últimos 50 años, Colombia no ha dejado de ser noticia por el tema
de la violencia. Este flagelo no sólo se remite a grupos paramilitares o a la
inseguridad personal por el incremento de la llamada delincuencia común. El
más reciente informe de las organizaciones Colombia Diversa y Caribe
Alternativo sobre derechos humanos de personas lesbianas, gays, bisexuales y
trans en Colombia 2017, denominado: “La discriminación, una guerra que no
termina”, revela que la violencia permea todos los estratos sociales del país
neogranadino y socava contundentemente los derechos de sectores vulnerables
como la población no heterosexual. El informe registra femicidios, así como
asesinatos por razones de orientación sexual o identidad de género, tales como
los homicidios de dos mujeres por ser lesbianas, ocurridos en las
municipalidades de Segovia y Remedios, del departamento de Antioquia o
panfletos de amenazas contra la población LGBT por parte de grupos
paramilitares en la localidad de Tuluá, en el departamento del Valle del Cauca.
Según el mencionado informe, de los 66 hechos de violencia policial registrados
en 2017, las mujeres homosexuales se encuentran entre las víctimas
mayoritarias y se destaca el caso de una pareja de lesbianas, quienes fueron
detenidas de manera arbitraria en Bogotá e insultadas y golpeadas por la policía.
Los hechos demuestran que ser visiblemente lesbiana es un factor de riesgo en
Colombia, no sólo para quienes son activistas de derechos humanos, sino
también en la cotidiana vida del barrio, el municipio o la región. La simple
expresión de la orientación sexual puede ser motivo de burlas, amenazas o
agresiones, siendo especialmente vulnerables las parejas de lesbianas que
manifiestan su afecto en público o la expresión de género de mujeres lesbianas
con identidad masculina. El caso de los derechos de las mujeres lesbianas en
Colombia debe mirarse con especial preocupación, porque no sólo incluye
hechos de discriminación de género, orientación sexual o identidad sexual o de
género por intolerancia en el ámbito comunitario, sino que, como documenta el
informe “La discriminación, una guerra que no termina”, a lo anterior se suma el
peligro frente a las amenazas en el contexto del conflicto armado y además se
observa un riesgo acentuado, debido a la situación de indefensión frente a los
abusos de organismos policiales y el desamparo judicial en lo que claramente
luce como una guerra multilateral que esperamos finalice lo más pronto posible
sin dejar nuevas víctimas.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) reconoce que son altas las tasas de
suicidio entre grupos vulnerables, objeto de discriminación, tales como las
personas lesbianas, gays, bisexuales, trans e intersexuales (LGBTI). En ese
sentido, es necesario aclarar que el suicidio, aún más si es a causa de
discriminación, es un grave problema social que pone de relieve la necesidad de
prevenir, aprendiendo a aceptar, valorar y respetar la propia vida y la de los
otros, con sus diferencias. El acoso o bullying, considerado actualmente en
varias partes del mundo como un problema de salud pública, es uno de los
factores más visibilizados a través de los medios como causante de suicidios,
especialmente entre la población más joven, que incluye adolescentes e
inclusive niños. Así lo experimentaron en carne propia Madissen Foxx Paulsen y
Sophia Leaf-Abrahamson, dos niñas estadounidenses, de 11 años de edad,
quienes se suicidaron en diciembre de 2017 y febrero de 2018 respectivamente,
como consecuencia de haber sufrido bullying en el colegio donde estudiaban,
luego de decir que eran novias. Después del trágico suceso, los familiares de
estas niñas denuncian el clima de hostigamiento en el espacio escolar y llaman
al respeto de la diversidad. Consecuentemente, es posible decir que un
ambiente de aceptación de la diversidad hubiese podido salvar las vidas de
estas niñas. Cualquier fuente de irrespeto a las diferencias por orientación
sexual o expresión de género marca el inicio de una cadena de burlas, rechazo y
violencia capaz de generar daños psicológicos gravísimos en las personas que
son víctimas de tales abusos, debilitando su autoestima al hacerlos sentir como
anormales, pecadores, fenómenos que deben estar apartados del resto del
mundo que los excluye y que acorrala a ese tipo de víctimas poniéndolas en una
delicada situación, ya que como afirma la OMS “las experiencias relacionadas
con conflictos, desastres, violencia, abusos, pérdidas y sensación de aislamiento
están estrechamente ligadas a conductas suicidas”. Otro ejemplo de ello fue el
lamentable caso ocurrido en junio de 2018 en India, donde una joven pareja de
lesbianas: Asha Thakor, de 30 años y Bhavna Thakor, de 28, acabaron con sus
propias vidas luego de soportar hostigamiento continuo hacia su relación, debido
al alto índice de homofobia en India y a que en ese país el hecho de tener
relaciones sexuales entre personas del mismo sexo era considerado un delito,
que podía ser penado hasta con cadena perpetua, según un artículo del Código
Penal de ese país. En septiembre de 2018, una sentencia histórica de la Corte
Suprema de India consideró inconstitucional el mencionado artículo y de esa
forma quedó despenalizada la homosexualidad en ese país. Este hecho no
limpia el triste pasado, pero representa una esperanza en el horizonte de la
población LGBTI de India y un paso adelante para preservar la vida de muchos.
La vida no sólo es un derecho sagrado, es también un regalo preciado y
milagroso. Para un mundo inmerso en la cultura ideal del respeto a los derechos
humanos no es normal y nunca debe serlo, que un ser humano atente contra las
libertades y mucho menos contra vida de otro ser humano y tampoco es ni debe
ser natural que alguien acabe con su propia humanidad. Sin embargo, es un
hecho que el homicidio y el suicidio cobran vidas cada año, por razones siempre
tan ilógicas como evitables, sólo basta con la toma de conciencia y acciones de
la sociedad como un todo para cambiar en positivo, prevenir la violencia y
promover la sana convivencia y la dignidad de la vida humana.
Los asesinatos y otros crímenes basados en el odio por orientación sexual o expresión de género se incrementaron en los Estados Unidos de Norteamérica en 86% durante el año 2017, con relación a las cifras del año anterior. Así lo ratifica el informe “Lesbianas, Gays, Bisexuales, Transgéneros, Queer y Afectados por VIH. Odio y parejas. Violencia 2017” (Informe violencia 2017), de la Coalición Nacional de Programas Antiviolencia (NCAVP, por sus siglas en Inglés). Este abrupto incremento en los índices de violencia contra la comunidad LGBTQ ha encendido las alarmas de activistas y organizaciones estadounidenses defensoras de los derechos humanos, agrupadas en la NVCAP, quienes reportan que en 2017 documentaron en los Estados Unidos la cifra más alta de homicidios por odio hacia personas LGBTQ nunca antes registrada en sus 21 años de estudios sobre el tema en ese país. Al mismo tiempo, la NVCAP advierte que la elaboración de informes de violencia ha disminuido 20% en el país norteamericano desde 2010, y señala como principales causas de este hecho dos factores preocupantes: el recorte de fondos que genera la pérdida de capacidad de organizaciones para recoger información y la normalización de la violencia por odio entre individuos LGBTQ y personas afectadas por VIH. Conscientes de que ‘asumir que ser víctimas es normal’ no debe ser una opción para nadie, persiste el trabajo de organizaciones como la NVCAP y sus aliados. La creciente situación de vulnerabilidad de la comunidad no heterosexual en los Estados Unidos es denominada por esta organización como una “Crisis de odio”, frase que da nombre a otro de sus informes 2017 sobre crímenes de odio hacia personas LGBTQ, donde confirma y documenta 52 homicidios de los que fue víctima la población sexo diversa en territorio estadounidense. También han reportado otros hechos de agresión que incluyen abusos policiales, violencia física, discriminación, violencia sexual, bullying, intimidación personal y por redes sociales, entre otras. Por su parte, medios en internet revelan que según un informe del Buró Central de Investigaciones (FBI, por sus siglas en inglés), 2017 fue el tercer año consecutivo de una ola de aumento en el número de crímenes de odio. De acuerdo al informe del FBI sólo durante ese año se registraron más de siete mil delitos de odio, dentro de los que identifican 1036 cometidos contra la población homosexual. El transcurrir del tiempo no ha hecho el panorama más optimista en los Estados Unidos; en 2018 grupos LGBTQ hicieron sonar sus voces pidiendo que sea respetado su derecho a la vida, a ser atendidos en los centros de salud sin exclusión. Sobre este particular, en 2018 la organización Human Right Watch denunció la creciente discriminación anti LGBTQ para acceder a los servicios de médicos estadounidenses. Urgen acciones y decisiones políticas empáticas para mejorar las condiciones de los derechos de las personas LGBTQ en los Estados Unidos. Los derechos LGBTQ son Derechos Humanos.
Los parques Disney siempre han invitado a hacer los sueños realidad. Coherentes con esa premisa, esta vez Disneyland Paris ha hecho un anuncio histórico: realizará su primer desfile LGBTI, contribuyendo con el sueño de quienes anhelan un mundo de respeto a la libre expresión de la personalidad, incluyendo la identidad sexual y de género. El evento denominado “Orgullo Mágico” será un desfile para festejar la diversidad y tendrá lugar el sábado primero de junio de 2019. Aunque ya en oportunidades anteriores en los espacios de diversión Disney se ha celebrado el Día del Orgullo, como es el caso de Disneyland Florida, nunca antes, hasta este anuncio, se había promovido oficialmente una actividad por la diversidad sexual en estos parques. Luego del emblemático anuncio de Disneyland Paris, no se han hecho esperar las voces en favor y en contra. Mientras muchos celebran y hasta hacen planes para visitar el parque con sus familiares y amigos el próximo primero de junio, ciertas publicaciones de corte cristiano fundamentalista condenan el anuncio de Disney y catalogan la fiesta del “Orgullo Mágico” como un hecho “terrible” o un “escándalo para la familia”. Desde aquí miramos con esperanza la iniciativa de Disneyland Paris, con el sueño de que ocurra un mágico despertar de conciencias en el mundo para que todas las personas, independientemente de su orientación sexual o identidad de género, puedan gozar de los mismos derechos. Creemos que con la suma de voluntades ese sueño es posible, porque como dijo Walt Disney: “Si puedes soñarlo, puedes hacerlo”.