James y Olivia son dos hermanos de lo más normal, que disfrutan sus vidas junto a sus papás y son de lo más felices; ambos son transexuales. Aunque pueda parecer raro, esta pareja de hermanos de Berkley, California, han hecho la transición a un género diferente del cual nacieron antes de llegar a la pubertad, contando en todo momento con el apoyo de sus padres.
Tomaron la decisión mucho más temprano de lo que se suele hacer, pero encontraron en sus padres la compresión necesaria para lograr ese cambio de la mejor manera posible. Por eso,James, el mayor, siempre responde de la misma manera a la pregunta: ¿No eres muy joven para saber que quieres ser trans de manera permanente? «¿Y tú cuando supiste que eras cisgénero?» Su historia es una oda a la libertad y no cabe duda que es bien inspiradora.
«Cada quien puede ser lo que quiera y no importa la opinión de los demás», es la reflexión que hace la pequeña Olivia cuando se le preguntan por su condición de transgénero a su corta edad. Tanto ella como su hermano James tomaron una decisión bastante complicada que afectará sus vida completamente y sus padres decidieron apoyarles desde un principio.
James hizo su transición social a los 8 años y ahora está tomando supresores hormonales para no desarrollar pechos ni llegar a menstruar. El próximo año tomará testosterona, lo que será la primera medida permanente, pues después de ese proceso no sería capaz de tener hijos. Por su parte, su hermanita Olivia hizo la transición social a los 5 años y asegura que el ejemplo de su hermano le ayudó muchísimo.
Su relación es igual a la que pueden tener cualquier par de hermanos.
«Nos solemos pelear, pero como cualquiera. Suelen ser cosas sin importancia», asegura James. Ambos llevan con mucha naturalidad su situación, asegurando estar completamente convencidos del paso que han dado. Los dos dicen que desde bien pequeños supieron que en sus vidas faltaba algo, por lo que decidieron afrontar el reto social de ser trans.
«A la primera persona que se lo dije era un amigo», cuenta James. «Pero sus padres son transfóbicos, por lo que ya no somos amigos. Él me dijo que entendía a sus padres, aunque también me entendía a mí. Igual, no vale la pena ser amigo de alguien que piense de una manera tan negativa sobre algo tan natural».
Olivia le dijo a sus padres que era trans después de que su hermano hiciera la transición.
«Teníamos dudas de que ella lo estuviera haciendo para copiar a su hermano, porque solo tenía cuatro años. Le permitimos vestir como quisiera, pero no hizo su transición social hasta que cumplió los cinco», explicó la mamá de los niños, Sara.
«Mucha gente pensó que podría estar copiando a James, lo que nos hizo dudar de si valía la pena meternos en otra transición, pero ella es así, no se puede negar», dijo la orgullosa mamá. «Para nosotros, fue más fácil con Olivia porque ya teníamos la experiencia de James».
Justamente a James no le cayó del todo bien la noticia de que su hermanita tampoco estaba de acuerdo con su género biológico, pero rápidamente lo entendió y apoyó mucho a su hermanita. «Creo que reaccioné como cualquier hermano haría. Desconfiaba. Pensaba que me estaba copiando y me puse a la defensiva porque esto de ser transgénero era algo mío. No me gustó al principio, pero luego vi que Olivia decía la verdad, que era un niña, por lo que siempre la quise ayudar», recuerda el hermano mayor.
«Muchos puden pensar que esto es sólo una fase, por eso es importante que ellos mismos sepan que en nosotros solo encontrarán amor y aceptación», continúa Sara. «Nosotros aceptaríamos que mañana nos dijeran que han cambiado de parecer y no quieren ser trans, de la misma manera que hemos aceptado que lo sean».
Sara agrega: «A menudo, les preguntamos si siguen estando convencidos de su decisión. Si siguen sintiéndose cómodos con el género que han elegido, los pronombres que usan para definirse e incluso los nombres legales que se han cambiado».
Ambos padres están felices de apoyar a sus hijos. «El hecho de que nuestros dos hijos sean trans es lo menos especial de ambos. Más allá de eso son inteligentes, graciosos, medio payasos y tienen buenos sentimientos», dice la mamá.
Es quizás en ese punto donde Olivia, la más pequeña, hace la mejor observación de este extraño –pero totalmente natural– caso: «No somos diferentes, no deberián tratarnos ni mejor ni peor que a nadie».
Las personas transgénero y de género no conforme pueden experimentar hostigamiento o discriminación por parte de personas a las que les dan miedo este tipo de identidades o que no se sienten cómodas con ellas.
¿Qué es la transfobia?
La transfobia es el miedo, el odio, la falta de aceptación o la incomodidad frente a las personas transgénero, consideradas transgénero o cuya expresión de género no se ajusta a los roles de género tradicionales. La transfobia puede impedir que las personas transgénero y de género no conforme tengan vidas plenas a salvo de daños.
La transfobia puede adoptar diferentes formas, incluidas las siguientes:
Creencias y actitudes negativas
Aversión y prejuicios contra las personas transgénero
Miedo irracional y malentendidos
Falta de aceptación o descarte de los pronombres o la identidad de género preferidos
Insultos y lenguaje despectivo
Intimidación, abuso y hasta violencia
La transfobia puede generar formas tanto sutiles como manifiestas de discriminación. Por ejemplo, es posible que a las personas transgénero (o, incluso, que se cree que lo son) se les niegue trabajo, vivienda o cuidado de la salud solo por el hecho de ser transgénero.
Algunas personas pueden tener creencias transfóbicas inculcadas por otros, incluidos padres o familiares, que fomentan ideas negativas acerca de las personas trans y que sostienen creencias estrictas sobre los roles de género tradicionales.
Algunas personas son transfóbicas por contar con información errónea —o por no tener ninguna información— sobre las identidades trans. Es posible que no sepan de los problemas de las personas trans o transgénero, o que no conozcan a una persona trans.
El estrés que causa la transfobia en las personas trans puede ser muy dañino y puede causar lo siguiente:
depresión
Miedo
Aislamiento
Sentimientos de desesperanza
Suicidio
¿Qué es la divulgación no deseada?
La divulgación no deseada es el acto de revelar la identidad transgénero o la orientación sexual de otra persona sin su consentimiento o permiso. En ocasiones, la divulgación no deseada es intencional, pero, a veces, es accidental. Sin embargo, si compartes información sobre la identidad de género de otra persona en contra de su voluntad, te arriesgas a hacerla sentir avergonzada, enojada o vulnerable. Además, puedes ponerla en riesgo de ser discriminada y de sufrir violencia.
Si alguien comparte su identidad trans contigo, recuerda que es información muy personal y que es un honor que hayan confiado en ti tanto como para contarte. Consulta siempre cuánto de esa información puedes compartir con otras personas y respeta sus deseos.
¿Dónde puedo buscar apoyo si me encuentro con transfobia?
Por lo general, las personas que son hostigadas por transfobia se sienten solas y tienen miedo de contar lo que les sucede. No deberías tener que lidiar nunca con este tipo de trato, y no estás solo.
Quiénes pueden darte apoyo:
Otras personas transgénero
Comunidades virtuales para personas transgénero
Grupos de apoyo de personas trans en un centro comunitario local de personas lesbianas, gais, bisexuales, transgénero y en duda
Personas cisgénero que sean aliadas de las personas trans
Organizaciones nacionales estadounidenses, como National Center for Transgender Equality (Centro Nacional para la Igualdad Transgénero), Human Rights Campaign (Campaña por los Derechos Humanos), la ACLU (American Civil Rights Union, Unión Estadounidense por las Libertades Civiles) o la GLAAD (Gay and Lesbian Alliance Against Defamation, Alianza Gay y Lésbica contra la Difamación)
Si eres estudiante, intenta buscar algún adulto en quien confíes, como un profesor o algún secretario académico, que sea un aliado.
No todas las personas viven en un lugar que tenga una secretaría académica que brinde apoyo o un centro comunitario de personas lesbianas, gais, bisexuales, transgénero o en duda. En ese caso, Internet puede ayudarte a encontrar comunidades virtuales y apoyo para lidiar con la transfobia y la discriminación.
Si eres joven y recibes hostigamiento transfóbico en la escuela, es importante que le digas a alguien, incluso si te da miedo. A veces, las personas jóvenes que experimentan transfobia en la escuela dejan de asistir, lo que puede afectar sus calificaciones, amistades y planes futuros. Es posible que algunas escuelas tengan una política contra el hostigamiento y la intimidación y, además, algunos estados adoptaron la Safe Schools Law (Ley de Escuelas Seguras), lo que significa que los administradores de tu escuela tienen la obligación legal de detener el hostigamiento. Si es posible, pide ayuda a algún adulto o profesor que sea un aliado de las personas lesbianas, gais, bisexuales, transgénero o en duda.
Si sufres la transfobia y eso te hace sentir deprimido o hace que pienses en suicidarte, hay ayuda disponible:
El drama en el estado de Indiana la semana pasada, y el debate más amplio sobre las llamadas leyes de libertad religiosa en Estados Unidos, presenta a la homosexualidad y al cristianismo como fuerzas en feroz colisión. No lo son; al menos no en varias denominaciones importantes, que han llegado a un nuevo concepto de lo que decreta y no decreta la Biblia, de lo que se puede adivinar sobre la voluntad divina y lo que no.
Y la homosexualidad y el cristianismo no tienen por qué estar en conflicto en ninguna iglesia. Es comprensible que muchos cristianos los consideren incompatibles, pero eso es un efecto no tanto de la fuerza del odio sino de la influencia de la tradición. No es fácil sacudirse creencias osificadas a lo largo de los siglos.
Pero a fin de cuentas, seguir viendo a gays, lesbianas y bisexuales como pecadores es una decisión. Es una elección. Es darle prioridad a pasajes desperdigados de textos antiguos sobre todo lo que se ha aprendido desde entonces, como si se hubiera detenido el tiempo y los avances de la ciencia y el conocimiento no significaran nada.
Es pasar por alto el grado en que todas las escrituras reflejan los prejuicios y puntos ciegos de sus respectivos autores, culturas y eras. Es elevar la obediencia acrítica por encima de la observancia inteligente, por encima de la evidencia que tenemos enfrente, pues ver honestamente a los gays, las lesbianas y los bisexuales es ver que todos somos el mismo magnífico enigma, ni más ni menos deficientes, ni más ni menos dignos.
La mayoría de los padres de chicos homosexuales se dan cuenta de esto, así como la mayoría de los hijos de padres homosexuales. Es una verdad menos ambigua que cualquier escritura, menos complicada que cualquier credo.
Así pues, nuestro debate sobre libertad religiosa debería de contemplar liberar a las religiones y a las personas religiosas de prejuicios a los que no necesitan aferrarse y que efectivamente podrían desechar, del mismo modo en que han desechado otros aspectos de la historia de su fe, cediendo como debe de ser a la ilustración de la modernidad.
“El concepto humano de lo que es pecaminoso ha cambiado con el tiempo”, señala David Gushee, cristiano evangélico que enseña ética cristiana en la Universidad Mercer. Él refuta abiertamente la censura que hace su fe a las relaciones del mismo sexo.
Por mucho tiempo, observa, “los cristianos pensaron que la esclavitud no era pecaminosa, hasta que finalmente llegaron a la conclusión de que sí lo es. Se pensaba que los anticonceptivos eran pecaminosos cuando empezaron a producirse, y ahora muy pocos protestantes y no muchos católicos lo piensan así”. Tienen un sentido evolucionado de lo que está bien y lo que está mal, aunque, advirtió, “podemos encontrar apoyo escritural de la idea de que todo el sexo debe de ser procreativo”.
Los cristianos también se han apartado de los escrituras en lo que se refiere a los roles de género. “En Estados Unidos se ha abandonado la idea de que las mujeres son de segunda clase y están subordinadas al hombre, aunque la Biblia claramente enseña eso”, señala Jimmy Creech, ex pastor de la iglesia metodista unida: él fue separado del ministerio de la iglesia por haber celebrado una unión homosexual en 1999. “Dijimos que aunque eso es parte de la cultura y la historia de la Biblia, ya no es apropiado para nosotros en la actualidad”.
La religión va a ser el último bastión y el refugio más terco de la homofobia. Dará licencia para discriminar. Hará que los adolescentes homosexuales en familias fundamentalistas agonicen sin ninguna necesidad: ¿Estoy mal? ¿Estoy condenado?
“La religión cristiana conservadora es el último baluarte contra la aceptación plena de la comunidad LGBT”, asegura Gushee. Las encuestas lo respaldan. La mayoría de los estadounidenses, incluyendo una mayoría de católicos y de judíos, apoyan la igualdad matrimonial. Pero una encuesta de 2014 del Instituto de Investigaciones de Religiones Públicas mostró que aunque 62 por ciento de los protestantes blancos de denominaciones tradicionales apoyan el matrimonio homosexual, solo 38 por ciento de los protestantes negros, 35 por ciento de los protestantes hispanos y 28 por ciento de protestantes evangélicos blancos están en favor.
Y, como he dicho anteriormente, esos protestantes evangélicos tienen un poder considerable en las primarias republicanas, por lo que hablan con voz muy fuerte en la escena política. No es por accidente que ninguno de los prominentes republicanos de los que se piensa que podrían contender por la presidencia favorece el matrimonio homosexual. Y ninguno de ellos se unió al coro generalizado de protestas por la discriminativa ley de libertad religiosa de Indiana. Ellos tienen que preocuparse por la votación de Iowa y las primarias de Carolina del Sur.
¿Podría cambiar esto? Hay un impresionante cuerpo de bibliografía, que está en rápido crecimiento, que examina la misma tradición y los textos que han moldeado la condena cristiana contra las relaciones del mismo sexo y demuestra que esos puntos de referencia fácilmente podrían entenderse de otro modo.
La versión de Gushee sobre el tema, “Changing Our Mind”, fue publicada a fines del año pasado. Además está el libro “God and the Gay Christian”, de Matthew Vines, que ha recibido una atención considerable y ha atraído a un gran público por su elocuente versión de lo que realmente comunica el Nuevo Testamento, que es en el que los evangélicos se basan y al que hacen referencia.
Evaluando sus escasas referencias a la homosexualidad, el estudioso señala que en ese tiempo no existía la consciencia de que la atracción al mismo sexo podía ser una parte fundamental de la identidad personal, o que la intimidad homosexual podría ser una expresión de amor dentro del contexto de una relaciones exteriores enriquecedora.
“Se entendía como un exceso, como la ebriedad, al que se entregaba la persona al perder el control, no como una identidad única”, me explicó Vines, agregando que el rechazo de san Pablo a las relaciones del mismo sexo, en la primera epístola a los romanos, es “parecido a su rechazo de la ebriedad y de la glotonería”.
Y Vines señala que el Nuevo Testamento, al igual que el Antiguo, delinea conductas buenas y malas que prácticamente todos consideran arcaicas e irrelevantes hoy en día. ¿Por qué considerar de otro modo la descripción de la conducta homosexual?
Creech y Mitchell Gold, destacado fabricante de muebles y filántropo gay, fundó un grupo de defensoría, Fe en América, que aspira a reparar los daños causados en personas LGBT por lo que él llama “intolerancia basada en la religión”. Gold me dijo que habría que hacer que los jerarcas religiosos “quitaran a la homosexualidad de la lista de pecados”.
Su mandamiento es valioso y está justificado. Todos nosotros, al margen de nuestras tradiciones religiosas, deberíamos saber que no está bien decirles a los gays que viven en pecado.
Así lo demuestran los proyectos que esta comunidad ha venido liderando en el posconflicto, encaminados a la construcción de una paz equitativa y diversa.
Ser lideresa o líder LGBTI en los municipios, corregimientos y veredas de Colombia es sinónimo de atreverse a visibilizar en el espacio público una orientación sexual, identidad o expresión de género diversa. Se trata de un acto reivindicatorio en lo público, donde se reclama un espacio históricamente negado y que constituye una forma de liderar la agenda de diversidad sexual y de género en estos territorios.
Son personas que no movilizan únicamente estas agendas, también hacen aportes en temas transversales para toda su comunidad, como lo son la salud, la convivencia y la cultura, entre muchos otros. El liderazgo LGBTI no es una especie de gueto. Desde este trabajo comunitario se contribuye a construir una mejor sociedad.
Infortunadamente, quienes ejercen este liderazgo han enfrentado los mismos riesgos asociados a la presencia de grupos armados ilegales y bandas criminales que afectan a otros defensores de derechos humanos, además de la discriminación proveniente de la misma fuerza pública, el Estado y la sociedad civil.
Si bien es cierto que después de la firma del acuerdo de paz en algunos territorios desaparecieron estas amenazas, en muchos otros se han mantenido o han aparecido nuevos ataques como consecuencia de la llegada de otros actores armados; basta con recordar lo ocurrido en el Bajo Cauca antioqueño y el sur de Córdoba, donde han asesinado a más de diez personas LGBTI en el último año.
A pesar de ello, el liderazgo LGBTI ha pasado de soportar las presiones moralizantes del conflicto a abrirse camino en la construcción de la paz. Es así como desde distintas experiencias territoriales (como la participación en Planeta Paz, ONG que involucra a diferentes sectores populares en la búsqueda de soluciones al conflicto en Colombia; la creación de la Plataforma LGBTI Por la Paz, que articula a organizaciones y defensores que trabajan por los derechos de esta población a nivel nacional, y los procesos de reparación colectiva que se adelantan en la comuna 8 de Medellín y en San Rafael, Antioquia), las personas LGBTI se han ratificado como constructoras de escenarios de posconflicto. Esto ha sido posible a través del ejercicio de liderazgos sociales -al lado de las mujeres, de los indígenas, afros sindicalistas y de los defensores de derechos humanos-, a veces visibles, a veces invisibles, en una voz que hoy reclama que la paz debe ser sinónimo de igualdad.
Desde Caribe Afirmativo, una organización dedicada a la defensa de los derechos de las personas LGBTI, con una perspectiva de trabajo comunitario y enfoque territorial, este esfuerzo se ha concentrado en los procesos adelantados en las Casas de Paz ubicadas en Maicao, Ciénaga, Soledad, El Carmen y Montelíbano. Todos estos fueron lugares golpeados por la violencia y marcados por la inequidad, la pobreza, el racismo y la falta de oportunidades, así como por expresiones naturalizadas de exclusión a las personas LGBTI. Hoy, en cambio, son sede de expresiones de resistencia y resiliencia de quienes se negaron a abandonar sus territorios y a ocultar su orientación sexual, identidad o expresión de género.
Tras la sigla que identifica a esta comunidad se trabaja fuertemente por reconstruir la memoria del conflicto, se reclama una verdad que reconozca las violencias contra sus miembros y se promueve el acceso a la justicia.
Artículo escrito por: Wilson Castañeda Castro,Director de Caribe Afirmativo.
Nixon Ortiz, presidente de la fundación Arco Iris, lucha por el reconocimiento de las personas LGBT en Tumaco, una región donde agredirlas se volvió una demostración de poder.
Cuando tenía 13 años, Nixon Ortiz se despidió de su abuela para irse a vivir con su novio a ‘El Infiernito’, la zona de tolerancia del municipio de Tumaco. Estaba enamorado y listo para aceptar en público su homosexualidad, pero en su cabeza lo asaltaba, día y noche, el mismo pensamiento: “Yo soy marica, negro y pobre, ¿qué futuro me puede esperar?”.
Era 1982 y la sociedad de Tumaco rechazaba a los homosexuales, los perseguía o los obligaba a vivir como parias, arrinconados en ambientes marginales de alcoholismo y drogadicción. Nixon, quien pasó allí su adolescencia, asegura que de no ser por los valores que le inculcó María Ocampo, su abuela, habría terminado en ‘El Infiernito’ toda la vida.
María, mientras hacía sus quehaceres, sin quitar los ojos del fogón o de la escoba, solía decirle a su nieto: “Yo sé que usted es raro, pero eso no importa. Siga adelante. Estudie”. A los 13 años, en vez de estudiar, Nixon trabajaba como empleado doméstico. Barría, trapeaba, cocinaba y, sobre todo, lavaba ropa por montones: la de los Polo, los Jiménez, los Zambrano. Cada día restregaba y enjuagaba hasta once docenas: unas 130 prendas.
Ganaba $1.500 mensuales, y si bien agradecía el trabajo, quería algo más para su vida y lo encontró en la danza. “Me uní a un grupo llamado Escuela Tumaco –cuenta– y fue una revelación. Me di cuenta de que en las artes no cuestionan tu sexualidad. Eres libre. Una persona más”. Nixon pasó por varios grupos folclóricos y descubrió que lo suyo era el currulao, los torbellinos, el patacoré y otros ritmos ancestrales del Pacífico.
Y nunca olvidó el consejo de su abuela. A los 25 años se hizo bachiller, luego se graduó como normalista, estudió un pregrado en etnoeducación y una maestría en liderazgo y gestión escolar en Chile.
Hoy, a los 50 años, Nixon preside la Fundación Arco Iris, que creó con varios compañeros hace siete años para ayudar a la comunidad LGBT de Tumaco. La sede, una casa blanca del barrio Nueva Independencia, es un lugar que acoge, acompaña y apoya a la población LGBT del municipio.
El trabajo más desafiante ha sido luchar por que se reconozcan los crímenes contra la población LGBT en la región. “Este es un pueblo azotado por la violencia. Y en esa violencia, los grupos LGBT han sido víctimas de todo tipo de crímenes: desplazamiento, persecución, asesinatos. Pero esos crímenes se han infravalorado. Muchos ni siquiera se han registrado. Estamos empeñados en que se reconozcan y salgan a la luz. Que se sepa la verdad. Pedimos verdad”.
Defender los derechos de una minoría vulnerable, en un municipio cuya tasa de homicidios es cuatro veces mayor que la tasa nacional, supone un riesgo latente. En 2017, a Carlos Arturo Paneso, uno de los activistas de la fundación Arco Iris, lo mataron cuando salía de su casa. El propio Nixon arriesga su vida en un municipio donde 15 líderes sociales han sido asesinados desde 2018.
Uno de los casos más crueles contra la población gay ocurrió en mayo de 2017, cuando Alexis Guiño fue torturado, empalado y apuñalado hasta la muerte en la vereda Piñal.
La violencia contra las personas LGBT no responde al azar sino a dinámicas sociales del país, en las que la discriminación no se concibe como un delito grave. Esta población ha sido amenazada, hostigada, violada, asesinada.
La fundación Arco Iris ha recopilado los delitos contra la población gay para llevarlos a la justicia. Su trabajo no ha sido en vano, en gran parte gracias a la fundación Caribe Afirmativo y a Colombia Diversa.
Entre ambas fundaciones entregaron dos informes a la JEP, uno de Antioquia y otro de Tumaco, que documentan los casos de violencia contra la población LGBT en el conflicto armado. Es un hecho histórico, pues por primera vez en la historia mundial se presentó el crimen de persecución contra personas LGBT ante un tribunal de justicia transicional.
En Tumaco, Colombia Diversa presentó un informe de 8 casos, 7 cometidos por las Farc y uno con autor no identificado. Según Daniela Díaz, abogada de la organización, en el municipio se hizo un ejercicio de identificación de patrones de violencia contra personas LGBT. Para calificar estos patrones, se propuso el crimen internacional de persecución, reconocido como de lesa humanidad por el Tribunal de Roma.
“Discriminar –dice Daniela– puede alcanzar los niveles de un crimen internacional. Por eso existe el crimen de persecución desde el tribunal de Núremberg, que juzgó a los peores criminales de la Segunda Guerra, particularmente de los países del eje”.
De acuerdo con los expedientes presentados a la JEP, en Tumaco la violencia contra las personas LGBT por parte de las Farc fue una demostración de poder y una forma hacerse valer en el territorio.
Allí, el grupo guerrillero tenía dos modus operandi. El primero era engañar a varias personas para que se alejaran de la cabecera municipal. Luego, en zona rural, los violentaban de diversas formas: desnudez forzada, acceso carnal violento, golpizas, entre otras.
El segundo modus operandi era el desplazamiento circular, en el que las víctimas eran golpeadas, insultadas, ultrajadas y obligadas a salir del territorio. Tiempo después, cuando regresaban, la historia se repetía. “Ese desplazamiento circular niega por completo la posibilidad de tener un proyecto de vida”, dice Daniela.
La JEP tiene identificados mandos bajos, medios y altos de la guerrilla, y estaría llamada a entregar esa información a los abogados de las Farc para que lo desmovilizados la procesen y, una vez den de sus versiones voluntarias, se refieran a los informes.
Hoy, contar en pasado lo que sucede en Tumaco sería mentir. La violencia continúa. En la región que antes ocupaban el Frente 29 y la columna móvil Daniel Aldana, operan unos 17 grupos armados.
Para Nixon, el miedo es latente, pero no más fuerte que su convicción. Mañana saldrá de nuevo a la calle, con su camiseta amarilla decorada con un Arco Iris bajo el cual se lee, en letras tejidas en hilo negro, muy visibles, la sigla LGBT.
Una noche de febrero de 2008, Luis Alberto Rojas Marín dice que su vida cambió para siempre.
A los 26 años de edad, este hombre gay peruano fue arrestado por agentes de la policía mientras regresaba a casa poco después de la medianoche. Durante las seis horas estuvo bajo custodia policial, dice, fue desvestido, violado con un bastón y abusado verbalmente por agentes de policía antes de ser soltado.
Todo esto, dice, por su sexualidad.
Las autoridades peruanas investigaron el incidente e informaron que Marín fue detenido luego de que vecinos informaran de personas desconocidas en las inmediaciones de la carretera. Las autoridades también informaron a la Organización de Estados Americanos (OEA), que ha estado investigando las acusaciones, que habían realizado una investigación exhaustiva y no encontraron indicación alguna de los actos descritos por Marín.
En los nueve años desde ese entonces, Marin se ha quejado, pero pocos han escuchado. Después de varios intentos fallidos para que su caso sea oído en Perú, Marin lo llevó a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) de la OEA, que monitorea y protege los derechos humanos en las Américas. La comisión escuchó su caso el 1 de diciembre.
Marin dice que espera tener una respuesta pronto – no está claro cuando la comisión emitirá su fallo – pero lo que realmente quiere es justicia para cualquier otra persona que pueda haber sido violada o torturada por su sexualidad.
“Me hubiera gustado poder haber pasado la página con este tema, y poner esto detrás de mí, pero estoy mostrando mi cara para todos (los que han sido víctimas)”, dice. “No estoy haciendo esto por mí, estoy haciendo esto porque soy un ser humano que suplica y pide justicia para todas las personas que han sido víctimas y cualquier persona que podría haber muerto”.
Su caso no es aislado. Casi 600 personas murieron a lo largo de América Latina por la violencia contra la población LGBT entre enero de 2013 y marzo de 2014, según un informe de la CIDH de 2015.
El informe de la CIDH y otros informes de la región muestran que la violencia contra las personas LGBT es cada vez más extrema. A menudo son apedreados, torturados y violados antes de ser asesinados, y los crímenes suelen quedar impunes.
Muchas veces, los crímenes contra la población LGBT no son reportados por miedo a las represalias y el escepticismo del sistema de justicia.
Violencia a pesar de las leyes progresistas de protección a la comunidad LGBT
América Latina ofrece una narrativa contradictoria: la región tiene las tasas más altas de violencia contra la comunidad LGBT, según una investigación realizada por Transgender Europe, una organización no gubernamental, pero también tiene algunas de las leyes más progresistas para la igualdad y la protección LGBT.
Mientras que muchos derechos LGBT en los Estados Unidos están enredados en disputas legales en estados individuales, en América Latina, las leyes sobre el matrimonio entre personas del mismo sexo y la adopción, el cambio de género en las tarjetas nacionales de identidad y las leyes contra la discriminación entraron en vigor en la década pasada, muchos de ellos antes de que la Corte Suprema de Estados Unidos legalizara el matrimonio entre personas del mismo sexo.
La presidenta de Chile, Michelle Bachelet, prometió recientemente seguir impulsando una ley que permita matrimonios entre personas del mismo sexo. La ley chilena ya permite a las parejas del mismo sexo entrar en uniones civiles y las leyes del crimen de odio del país incluyen protección por orientación sexual.
Sin embargo, los jóvenes LGBT en Chile dicen que todavía tienen miedo.
Sebastián Urrutia Lutz, un hombre gay, fue atacado en 2012 por un grupo de hombres mientras salía de una fiesta en un barrio gay de Santiago. Sebastián dice que había testigos allí mientras él era salvajemente golpeado en la calle. Le dice a CNN que nadie ha sido procesado por los eventos de esa noche.
Después de su ataque -y después de ver la ola de violencia anti-LGBT que se está extendiendo en la región- Lutz dice que no se siente seguro en absoluto.
“He escuchado historias de otras personas que han muerto, y amigos que me dicen que otros han sido golpeados por otras pandillas”, dice. “Es frustrante oír esto todos los días y que nadie haga nada al respecto”.
Y agrega: “Vivimos aquí, así que tenemos que lidiar con ello, pero es desgarrador”.
Lutz argumenta que mientras más personas LGBT han estado revelando públicamente su sexualidad en Chile, parte de la violencia es una reacción negativa a la aceptación creciente de la sociedad de la comunidad LGBT.
“Eso ha hecho que mucha gente que no le gusta (la gente LGBT) se sienta más frustrada porque nuestra sociedad nos acepta y nos considera personas normales”, dice. “Ellos están muy enfadados y quieren expresar eso”.
Hoy en día, el matrimonio entre personas del mismo sexo es legal en Argentina, Brasil, Uruguay, Colombia y en varios estados mexicanos, además de la Ciudad de México. El presidente mexicano Enrique Peña Nieto firmó una medida propuesta en 2016 para hacerla legal en todo el país, pero la comisión parlamentaria que se ocupa de cambios en la constitución votó a favor de derribar la propuesta de Peña Nieto.
Chile y Ecuador permiten las uniones civiles entre personas del mismo sexo.
Catorce países latinoamericanos también han aprobado leyes que prohíben la discriminación en el lugar de trabajo basada en la orientación sexual. Muchos países como Argentina, Brasil, Colombia y Uruguay ahora permiten que las parejas del mismo sexo adopten.
En Bolivia, se permite a las personas transgénero y transexuales cambiar sus tarjetas de identificación nacional, pero el país -junto con Paraguay– ha instituido una prohibición constitucional a los matrimonios entre personas del mismo sexo.
El progreso en la aceptación LGBT
Para Javier Corrales, profesor de ciencias políticas en el Amherst College, hay tendencias positivas en la región. Pero dice que es difícil saber si la violencia está aumentando o si las víctimas ahora están más cómodas hablando en contra de sus agresores.
“Hace quince años, hace 20 años, la región probablemente parecía un poco desesperanzada – y aún así hemos visto progresos, por lo que uno podría sacar lecciones de eso”, dice.
Corrales agrega que una de las lecciones más importantes de la región “es que en América Latina, los movimientos LGBT pudieron conectarse con los defensores de los derechos humanos, y esa alianza resultó muy fructífera”.
Luis Larraín, presidente del grupo chileno LGBT iguales, dice que su país puede no ser tan avanzado como otros en América Latina, pero ha avanzado.
“En los últimos años ha habido un cambio muy notable por parte del pueblo, con su apoyo, y en el plano político, con un gobierno que ha aprobado las uniones civiles”, dice.
Por otra parte, Venezuela encabeza la lista de la falta de derechos para las parejas del mismo sexo o miembros del grupo LGBT, dice Omar Encarnación, politólogo del New York’s Bard College y autor de Out in the Periphery: Latin America’s Gay Rights Revolution (La Revolución Latinoamericana de los Derechos Gay).
El gobierno tradicionalmente izquierdista no ha hecho casi ningún progreso significativo en el reconocimiento o protección de miembros de la comunidad LGBT. La situación “desestima esta idea que cuanto más hacia la izquierda estés, es más probable seas favorable a la comunidad gay”, dice Encarnación.
Las parejas del mismo sexo no tienen protección o derechos bajo la ley venezolana, y actualmente no hay mecanismos para que una persona transgénero o transexual cambie su nombre y género en sus documentos legales.
Un informe de 2015 elaborado por asociaciones venezolanas LGBT para las Naciones Unidas dijo que los miembros de la comunidad “viven constantemente situaciones de discriminación” y que la falta de protección para los ciudadanos LGBT “los hace ciudadanos indefensos en un ambiente de crecimiento alarmante de homofobia y transfobia”.
En diciembre de 2016, Isabella Saturno y su pareja fueron reprendidas en un restaurante de Tony Roma en Caracas por ser “demasiado cariñosas”.
“El gerente nos trajo la cuenta y nos pidió que no fuéramos tan cariñosas, mi pareja y yo nos comportamos como una pareja normal, un abrazo o un pequeño beso, un nivel normal de afecto de una pareja enamorada”, dice Saturno.
Su experiencia provocó protestas y Tony Roma’s respondió diciendo que el tipo de acciones que llevaron al incidente “son inapropiadas en lugares públicos y van en contra de la moral y el respeto hacia los demás”. Añadieron que el restaurante “orgullosamente sirve a personas de todas las razas, religiones y preferencias sexuales”.
“Venezuela desafortunadamente está en el último lugar de América Latina”, dice Ana Margarita Rojas, quien trabaja para una organización LGBT en Venezuela. “La situación es muy mala, estamos siempre en el limbo”.
El grupo de Rojas, Reflejos de Venezuela, pretende cambiarlo educando y creando un censo de personas LGBT que viven en Venezuela. Ella dice que espera que sus esfuerzos ayuden a cambiar las percepciones de la gente.
A pesar de todo el marketing y el esfuerzo que su organización y otros en toda Venezuela han puesto en los últimos años, tienen muy poco que mostrar, le dice a CNN.
“Mi pareja y yo somos una pareja de lesbianas con un niño en busca de reconocimiento”, explica, agregando que hay muy pocas parejas que se dan a conocer porque temen represalias contra ellos o sus hijos.
Raíces culturales y religiosas
Las iglesias católica y evangélica también juegan un papel importante en la formación de la opinión social y política en la región.
“Si nos fijamos en la religión como variable, lo que encontramos es que cuanto más católico sea el país, más probabilidades habrán de aceptar la homosexualidad y viceversa”, dice Encarnación.
“Cuanto más protestantes son, menos probabilidades tienen de aceptar esto y menos probabilidades tienen de tener una legislación activa sobre los derechos de los homosexuales”, añade.
Encarnación añade que las personas LGBT que viven en países dominados por iglesias evangélicas tienden a ser las que tienen más dificultades.
Las iglesias católica y evangélica tienen puntos de vista similares sobre la homosexualidad, aunque hay diferencias notables.
Aunque ambos se oponen a la homosexualidad, “el clero católico tiende a ser menos opuesto a los estatutos contra la discriminación que el clero evangélico”, explica Corrales.
“A veces, el clero católico se ha pronunciado a favor de las uniones civiles mientras todavía se oponen al matrimonio homosexual”, añade.
Crissthian Manuel Olivera Fuentes, que trabaja para MHOL, el Movimiento Homosexual de Lima, dice que algunos sacerdotes evangélicos en el Perú han salido con fuerza en los últimos meses predicando que la homosexualidad es una enfermedad que se puede curar.
Los activistas que hablaron con CNN dicen que los jóvenes LGBT latinoamericanos también continúan luchando con una cultura de “machismo” y sexismo. Los niños y los hombres son empujados a ser viriles y tienen un orgullo masculino exagerado. Las mujeres son empujadas a ser sumisas a sus maridos y actúan muy femeninas.
Perspectivas regionales: todavía hay trabajo por hacer
Según los analistas, el panorama conjunto en América Latina es alentador, pero todavía hay mucho de qué preocuparse.
Marin dice que independientemente del resultado de su caso en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, nunca dejará de pelear.
“Todos debemos ser tratados por igual”, dice.
Los activistas con los que CNN habló dicen que les gustaría ver más reconocimiento de las parejas del mismo sexo, así como la legalización del matrimonio a través del continente. También les gustaría ver menos impunidad por los crímenes contra las personas LGBT y un acceso más amplio a la atención de la salud y el asesoramiento para los miembros de la población LGBT.
En la región, la opinión pública parece estar cambiando hacia la tolerancia. Una encuesta realizada por ILGA mostró que el 81% de las personas en las Américas no tienen preocupación por la sexualidad de sus vecinos.
El salón de belleza de Bebo Haider es pequeño, luminoso y está decorado con tres grandes fotografías, las de modelos transgénero que se convirtieron en sus clientes, porque el salón Karachi es uno de los pocos en Pakistán que los atiende sin juzgarlos.
Tarawah, en un barrio de clase media de la extensa ciudad portuaria del sur del país, es propiedad de Haider, una transgénero que llegó a Karachi en 2003 desde un pequeño pueblo rural en la provincia sureña de Sindh con el sueño de convertirse en una esteticista.
No fue fácil. Incluso cuando la dueña de un salón en un elegante barrio de Karachi decidió arriesgarse con ella, los clientes rechazaron sus servicios o no le devolvieron el salud, según contó a la AFP.
Dijo que pasaron dos años hasta que un cliente habitual del salón finalmente le devolvió el saludo, pero el deshielo, al menos para ese cliente, estaba completo.
«Después de ese día no se peinaría ni maquillaría con nadie más que yo en el salón», dijo Haider a la AFP sin esconder su orgullo, sentada en su sillón de peluquería. «Los buenos modales te dan el mundo», comentó.
Las personas transgénero -conocidas en Pakistán como «khawajasiras» -un término general que denota un tercer sexo que incluye transexuales, travestis y eunucos- han luchado por sus derechos en el país profundamente patriarcal y conservador durante mucho tiempo.
Organizadas y políticamente activas, en muchos aspectos estas personas han logrado avances impresionantes.
En 2009, Pakistán se convirtió en uno de los primeros países del mundo en reconocer legalmente a un tercer sexo.
El año pasado, el parlamento de Pakistán aprobó una histórica ley que otorga a las personas transgénero el derecho a determinar su propia identidad de género en todos los documentos oficiales, incluida la elección de una combinación de ambos sexos.
Un canal de televisión pakistaní puso en el aire el primer presentador de noticias transgénero del país en 2018, y varios también se han presentado como candidatos en elecciones.
Pero, a pesar de estos avances, muchos todavía viven diariamente como parias, a menudo reducidos a la mendicidad y la prostitución, sometidos a extorsión y discriminación o víctimas de violencia.
Haider tuvo que luchar duro para evitar ese destino. Una vez que se afianzó con su primer trabajo, comenzó a crecer políticamente y se tornó activista, uniéndose a organizaciones de derechos transgénero y, finalmente, convirtiéndose en la presidenta de Sabrang, un grupo comunitario.
Cuando una organización holandesa dijo que quería financiar un proyecto para empoderar a la comunidad transgénero, ella y un socio aprovecharon la oportunidad de abrir su propio salón, que, dicen, es el primer salón de belleza de propiedad y gestión transgénero en Pakistán.
«Nunca miré hacia atrás», dijo Haider a la AFP.
– Un símbolo –
Los transgénero a menudo son juzgados, acosados o incluso se les niega la entrada en otros salones, dijeron ella y sus clientes a AFP.
«Cuando nos sentábamos junto a las damas en el salón, se sentían nerviosas, confundidas e incluso sentían repulsión de nosotras. (Pero) también somos seres humanos», dijo Mahi Doll, una cliente de Tarawah de 21 años.
El salón de Haider, dice Doll, es más que un espacio seguro para que sus clientes se arreglen y peinen. «Este es un símbolo de empoderamiento transgénero», dijo a AFP.
El salón está localizado en el interior de un mercado muy popular, rodeado de supermercados y tiendas de leche. Cuando Haider abrió el negocio, dijo, los vecinos eran tan hostiles que sintió miedo.
«Cuando llegué a la tienda, lucía un aspecto duro para que la gente no se atreviera a meterse conmigo», recordó.
Le advirtió a sus clientes que se vistieran de manera conservadora y desplegó la estrategia que había funcionado tan bien antes: buenos modales.
Y todo funcionó bien.
«Cada vez que ella nos ve, nos saluda con buen corazón y trata a todos muy amablemente», dijo Mohammad Akram, de 40 años y dueño de una tienda de leche al lado del salón.
«No nos interesa cuál es su género», agregó.
– «¿Me veo bien?» –
Muchas personas transgénero actualmente en Pakistán afirman ser herederos culturales de los eunucos que prosperaron en las cortes de los emperadores mongoles que gobernaron el subcontinente indio durante dos siglos, hasta que los británicos llegaron en el siglo XIX y los prohibieron.
Ahora, según varios estudios, las personas que se identifican como transgénero suman al menos medio millón en Pakistán, posiblemente hasta dos millones, de acuerdo TransAction, una organización de defensa de sus derechos.
Haider y otros activistas que la ayudan tiene la esperanza de que el salón sea apenas el primer paso en el camino hacia el empoderamiento económico de su comunidad.
«La conciencia ha comenzado a extenderse ahora de que podemos hacer trabajos (respetables) también», dijo Haider, para quien iniciativas como su salón como una «forma práctica» de normalizar a las personas transgénero en Pakistán.
Durante la visita de AFP a Tarawah, la clienta Mahi Doll se sentó en una silla reclinable negra para un tratamiento de lavado y corte del cabello, y luego una manicura.
Seguidamente, Haider inició el proceso de maquillar a Doll, aplicando cuidadosamente el delineador. «El maquillaje de ojos es la esencia», explicó.
Después de terminar los ojos de Doll, Haider se volvió hacia su propio reflejo en el espejo. «¿Me veo bien?», dijo suavemente, casi como para sí misma. «Soy hermosa. ¿No lo soy?»
«La causa LGTBI es universal. Nadie puede monopolizar esta causa, ni plataformas, ni oenegés, ni partidos políticos, ni empresarios ni administraciones»
Recientemente se han cumplido 30 años del cierre de Varsovia.
Uno de los más emblemáticos pubs de Córdoba, que denominábamos de
ambiente. Un punto de encuentro para homosexuales y modernos en general,
donde acudíamos en los 80 a disfrutar de la noche y a ligar, con música
muy actual y vestimentas atrevidas e innovadoras.
La homosexualidad, aunque ya no estaba penada, seguía siendo
tabú con la familia y amigos. Era en los lugares como Varsovia,
Suspiros de España, El Niño Perdido, Y Sin embargo, Burbujas, Mermelada o
Portón 4, donde hacíamos realidad la liberación sexual que tanto se ansiaba. En ellos nos relacionábamos, ya que no había ni internet, ni Tinder, ni Grindr ni Facebook.
Estos empresarios no solo sacarían su beneficio económico sino que
también contribuyeron a identificarnos quienes compartíamos una misma
sexualidad, que hasta el momento provocaba rechazo social y que nos veíamos forzados a la invisibilidad.
Por la cuenta que nos traía, ante tanta presión social, solo salías del
armario en esos ambientes de liberación, modernidad y tolerancia. En
estos pubs, por las relaciones y contactos, surgieron colectivos,
asociaciones y ONG en defensa de la diversidad y la liberación sexual.
Benditos negocios que tanto bien nos hicieron a todos y a la causa
LGTBI.
Estas experiencias forjaron en mí una actitud reivindicativa sobre la diversidad. Como activista de esta causa justa y viva, en la que estaré hasta que me muera, he recibido premios y reconocimientos de Colegas, Arco Iris y el premio activista en los Segundos Premios LGTBI de Andalucía.
Agradezco a todos ellos el reconocimiento a mi humilde contribución,
pero no me parecen más que distintas formas de reivindicar y luchar por
la normalización social del colectivo y contra la LGTBIfobia.
No hay solo una única manera de reivindicación. La causa LGTBI es universal. Nadie puede monopolizar esta causa, ni plataformas, ni oenegés, ni partidos políticos, ni empresarios ni administraciones.
Recientemente se han celebrado los Terceros Premios LGTBI Andalucía.
IU, su organización Aleas y Vox se han manifestado en contra de la
celebración de estos premios, por mercantilistas, unipersonales y porque
utilizan dinero público.
¿Se puede pagar con dinero público la visita a la revolución bolivariana de Venezuela y no se pueden pagar unos premios LGTBI?
Es evidente que se pueden pagar, independientemente de que yo no
financiaría con dinero público ninguna de ambas actividades. No entiendo
lo de mercantilizar la causa y lo de ser una convocatoria unipersonal,
cuando aparece el colectivo Colegas como organizadores.
Algo parecido ocurrió en Madrid, donde la fiesta del
orgullo también fue criticada en su día como mercantilista y alejada de
la reivindicación de la causa por la diversidad. Hoy, afortunadamente,
solo a Vox se le ocurre criticarla, y se ha convertido en un gran evento
a nivel internacional. Aquí cerca, en Torremolinos, los empresarios de
los pubs de ambiente de la Nogarela organizan y financian el orgullo.
Me alegra que a mi ciudad hayan venido Grande Marlaska, Palomo Spain, Toñi Moreno…
a reivindicar la diversidad y los derechos del colectivo LGTBI. La pena
es que haya habido una polémica innecesaria que ha ensombrecido el
mensaje principal, y es que la normalización no se ha conseguido y que
al colectivo le queda mucha lucha por delante para alcanzar la
normalización social y laboral.
El movimiento LGTBI tiene una forma especial de reivindicarse en el mundo. A pesar de tanto sufrimiento y persecución, el orgullo viene siendo especialmente festivo, alegre y divertido.
No debemos restar a esta causa. Todos somos necesarios. Demos muestra
de generosidad y respeto a la diversidad en todas sus formas.
En el sexenio pasado alrededor de 473 personas LGBTI fueron asesinadas en México por motivos de identidad de género y/o orientación sexual. Esto quiere decir que, al año, unas 79 personas de la diversidad sexual fueron asesinadas por no ser “coherentes” con el orden heteronormativo sexo–género binario, traduciéndose en 6.5 homicidios por mes según la organización civil.
México, después de Brasil, es considerado a nivel mundial el más peligroso para ser una persona que vive fuera del mandato heterosexual; es el territorio donde más prevalecen crímenes de odio contra personas LGBTI, especialmente contra mujeres trans por ser mujeres trans. Es importante reflexionar y problematizar la cuestión, en cuanto las personas LGBTI asesinadas no solo son un daño colateral o un producto propio de la inseguridad ciudadana y el espiral de violencia estructural que experimenta el país desde hace décadas.
Es decir que los crímenes de odio contra poblaciones de la diversidad sexual no solo encuentran explicación en ese enredado campo de fuerzas multiactor que confluyen en México, como son el Estado y sus instituciones (algunas débiles, coludidas y cómplices), el crimen organizado, y los carteles de drogas, como se ha querido confeccionar desde ciertas narrativas tradicionales (medios de comunicación, política doméstica–seguridad nacional) en un intento de justificar el alto número de asesinatos de personas LGBTI, de femicidios, ejecuciones extrajudiciales, desapariciones, etc., sino que el asesinato de personas LGBTI se explica en gran medida en términos necropolíticos, donde la práctica hegemónica de la heterosexualidad obligatoria y de la dictadura binaria “mujer-hombre/sexo-género” persigue, condena, hostiga y busca desaparecer a los cuerpos desobedientes que se salen del orden heteropatriarcal.
Similar a la situación de las mujeres, sujetos construidos como tales entendiendo a “la mujer/las mujeres” como categoría sexualizada/identidad sexocosificada en un sistema patriarcal como la imagen inferior, defectuosa e incompleta en comparación con el “hombre”, específicamente con el varón hegemónico (blanco, heterosexual y con capital), esta construcción de las mujeres como lo subjetivo, lo particular, lo emocional, lo privado –pasivo y lo básico– concreto, construye de manera histórica y en términos relacionales condiciones de desigualdad propiciando de forma “natural”
desde la familia (institución doctrinaria por excelencia) relaciones
jerarquizadas de supra-opresión generando un falso entendimiento “de lo normal”, replicando el “orden natural” de la dominación masculina en el mundo social.
El cuestionamiento de este orden de dominación sexo-genérico de parte de los feminismos (feminismo
de la igualdad, la diferencia, liberal, radical, interseccional,
ecofeminismo, comunitario, decolonial, negro, crítico, transfeminismo,
etc.) ha provocado la deslocalización de ciertas lógicas de
opresiones, poniendo en jaque comportamientos, esquemas y formatos de la
masculinidad hegemónica. Es decir, en sus justas dimensiones, los
feminismos han observado al patriarcado (con ánimos de deshacerlo), el
cual tiene como figura protagonista al “hombre–varón”, entendiendo que, en dicho sistema, el hombre solo es hombre si puede ser “masculino” y para ser masculino se le mandata verticalmente a ejercitar el “poder -sobre”,
y el poder es real en cuanto puede ser visible y reconocible por la
cultura, logrando así, reconocimiento y estatus social como “varón”.
Ese “ser varón” solo es posible a través del uso de la violencia, mecanismo por excelencia para demostrar el poder y entablar relaciones de supremacía y desigualdad
hacia la mujer o al sujeto feminizado. El cuestionamiento de este
razonamiento macho-centrado y malvado ha costado la vida de miles de
mujeres que son asesinadas por ser cuerpos desobedientes. El costo de
desobedecer el poder dado y mandatado al “varón–hombre-macho”, quien en esta estructura es el sujeto ejemplo, objetivo, racional, universal, público, abstracto y literal…
surte en una disputa de poder, en la pérdida-ganancia de representación
y en el desmantelamiento de la ordenanza patriarcal y la dictadura del
varón, lo que ha provocado el despertar de un genio de destrucción de
parte de quien pierde el monopolio del poder y la función exclusiva de
la fuerza, provocando muerte a quien osa contender: las mujeres.
El feminicidio entonces, como ya lo ha referido Marcela Lagarde, no es un homicidio común. Es el asesinato deliberado de mujeres por ser mujeres, y no hombres. Lo que nos da oportunidad de afirmar que no es el “fulano” quien mata a las mujeres, sino el patriarcado encarnado, el sistema vivo, la violencia testicular y el machismo galopante, que ajusticia (con la legitimidad que le da el “orden natural” y la historia antropocéntrica) aquellos cuerpos feminizados y mujerizados, que culturalmente fueron colocados debajo, al margen, en las orillas, en lo privado y al servicio de los demás (hombres). Es decir, la razón del asesinato de las más de siete mujeres al día, y el cúmulo de las 23.800 vidas de mujeres arrebatas en los últimos 10 en México no es nada más y nada menos que el mensaje contundente que envía el patriarcado a aquellas vidas que se atreven soñar otros horizontes vivibles fuera de las relaciones de dominación masculina.
Entendiendo el feminicidio como un tipo de violencia extrema, no solo
de género sino contra las mujeres, suscrita en una política de la
muerte siguiendo el concepto “necropolítica” de Achille Mbembe,
donde los poderes sociales, simbólicos y culturales son quienes deciden
qué vidas merecen seguir vivas y cuáles deberían morir, podríamos decir
entonces que las vidas de las mujeres y de aquellos sujetos feminizados
son el único pago aceptable que el heteropatriarcado cobra de parte de
quienes se atreven salirse de dicho sistema de dominación,
contraviniendo los sexualizados esquemas socioculturales y economicistas
de dominación cis–heterosexual–binaria-patriarcal.
La población LGBTI, que personifica los cuerpos de la disidencia
sexual negando el cuerpo imperial – heterosexual también son vidas
precarias, son vidas sin duelo y que no merecen ser lloradas (Butler,
2006; 2010)5.
No solo por no suplir el mandato sexo/género, sino también por ser
vidas aliadas a las mujeres y construidas/asociadas a lo femenino,
resultando ser vidas cobradas por el patriarcado (el cual es siempre
heterosexual) por lo cual también son vidas invivibles, de abajo,
marginadas y hechas para habitar el habitus (Bourdieu) del
servicio a los demás. La proliferación de crímenes de odio en México y
en la región no son un daño colateral y un producto de la violencia
propia del contexto, sino que al igual que los feminicidios son lgbticidios. Son vidas arrebatadas por ser vidas homosexuales, vidas trans, vidas bisexuales, vidas queer, pansexuales, no binarias…
son acribilladas, mutiladas, desechadas y eliminadas porque son cuerpos
trasgresores, cuerpos heterodisidentes que, al experimentar otra
sexualidad, se convierten en terroristas del binarismo de género y de la
heterosexualidad como régimen político (Monique Wittig) y vidas sin
permiso a vivir, por ser cuerpos terroristas, enfermos y monstruosos.
El mayor reto que tenemos hoy, en especial en un sistema
mundo moderno-colonial, es derribar el patriarcado-cis-heterosexual como
mandato natural y regente del orden social, y construir nuevos mundos
posibles y horizontes más vivibles.
* Waquel Drullard es activista, defensor de derechos humanos y trabaja en en la Dirección de Incidencia en la CNDH.
Así
describe Matt, un joven graduado que vive en Cambridge, Reino Unido,
cómo es ser una persona bisexual en una cita amorosa. «Me asusta cómo
reaccionará la gente», cuenta a la BBC.
«Una chica con la que
estaba saliendo me dijo que la sola idea de que yo estuviera con un
hombre le daba vuelta el estómago. Luego me bloqueó en todo», cuenta.
Por eso Matt dice sentirse forzado a mentir sobre su sexualidad para poder simplemente empezar una relación.
«Cuando salgo con gente y menciono que soy bisexual, la relación termina. Cuando miento y oculto mi sexualidad, dura. Todavía no sé si debería revelarlo desde el principio o esperar, porque cuanto más espero, más ansioso me pongo, pero no quiero que la relación termine», explica.
«Siento que si termino en una relación heterosexual, parece que solo
estuve experimentando todos estos años, pero si termino en una relación
homosexual, la gente dirá que nunca fui bisexual. Y luego, si no tengo
una relación monógama, la gente dirá que soy codicioso».
Matt es una de las personas con las que habló Ben Hunte, periodista de la BBC especializado en temas LGBT, en el marco del Día Internacional de la Visibilidad Bisexual, que se celebra cada 23 de septiembre.
Y si bien cada vez a nivel general existe una mayor aceptación de la comunidad LGBTI, aún persisten muchos mitos sobre la «B».
«En el acrónimo ‘LGBTI’, la ‘B’ a menudo se eclipsa, lo que lleva a la invisibilidad de las personas bisexuales y a la negación de los detalles sobre su experiencia», dice la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) de la ONU.
«Piensan que la bisexualidad es un fetiche»
Nichi Hodgson es una escritora que vive en Londres. Ella dice que salió «tarde» del armario, a los 26 años, y tuvo problemas para explorar quién era debido a las presiones de la sociedad para ser heterosexual u homosexual.
«Es un viaje loco debido a la cantidad de conceptos erróneos«, cuenta. «La gente todavía no logra entender la bisexualidad».
Nichi también dice que ha tenido que ocultar su bisexualidad en los perfiles de citas online: «Tuve que tener uno heterosexual y uno gay, porque tener uno bisexual me generó serios problemas».
«Algunas personas piensan que la bisexualidad es un fetiche y una
forma codificada de decir sadomasoquismo. Es como que estás dispuesto a
lo que sea. Hay un verdadero estigma», opina.
Pero eso no es todo. Nichi dice haber escuchado decir «que las personas bisexuales no se casan, simplemente se ‘enderezan’ y se casan. Hay una presión social real para ser heterosexual y no bisexual».
«Mi
exnovia solía bromear diciendo que tendría que desinfectarme antes de
poder acostarse conmigo porque antes había estado con chicos», cuenta.
«Estaba realmente perturbada. Es muy doloroso».
«Parece socialmente aceptable ser bifóbico»
Lewis Oakley es un activista y escritor bisexual que vive en Manchester y actualmente tiene una relación con una mujer.
Según Lewis, su novia es juzgada por estar con él y la gente hasta le advierte que él la engañará con un hombre.
«Parece que es socialmente aceptable que seas honesto sobre tu discriminación hacia los bisexuales.
Nadie me ha dicho ‘Eww, eres de raza mixta, no podría salir contigo’,
pero constantemente se me dice que mi bisexualidad no se ajusta a las
necesidades de las personas», cuenta.
Lewis dice que cuando las
personas se declaran bisexuales, inmediatamente quitan del abanico de
opciones «tanto a los gays como a los heterosexuales, porque ambos los
rechazan».
«Es cierto que muchos hombres homosexuales se
declararon bisexuales para cambiar su sexualidad», explica. «Pero no se
dan cuenta de que, aunque para algunas personas la bisexualidad es un trampolín, para otros es un destino«.
Una «epidemia oculta»
Lo que Matt, Nichi y Lewis cuentan no son casos aislados.
«La existencia de personas bisexuales es constantemente cuestionada y, a veces, incluso negada. A menudo, la bisexualidad es calificada de inválida, inmoral o irrelevante», dice la CIDH.
«La
bifobia, una de las causas principales de la violencia, discriminación,
pobreza y peores niveles de salud mental y física experimentada por las
personas bisexuales; se ve alimentada por la falta de visibilidad a
menudo presente en comunidades de orientación sexual o identidad de
género diversas», agrega.
De acuerdo con la ONG Stonewall, de Reino Unido, 32% de los bisexuales no son abiertos sobre su orientación sexual con ningún miembro de su familia, comparado con 8% de las lesbianas y los gays.
Por otra parte, un informe de la Universidad Abierta de Inglaterra encontró que las tasas de depresión, ansiedad, autolesiones y suicidio eran más altas entre los bisexuales que en los grupos de heterosexuales y homosexuales.
En el ámbito laboral, una encuesta de la empresa TUC realizada a
1.151 personas LGBT en Reino Unido, 30% de las personas bisexuales
dijeron que en el trabajo vivieron tocamientos no deseados en lugares
como la rodilla o la parte baja de la espalda.
A su vez, 21% dijo
haber experimentado tocamientos no deseados en los genitales, senos o
trasero, y 11% haber sufrido violación o acoso sexual en el trabajo.
De acuerdo con la secretaria general de TUC, Frances O’Grady, los resultados revelan una «epidemia oculta».
«Las
personas bisexuales deberían sentirse seguras y apoyadas en el trabajo,
pero en cambio están experimentando niveles impactantes de acoso
sexual», dice O’Grady.
«El acoso sexual no tiene lugar en un lugar de trabajo moderno ni en la sociedad en general».